El Objeto y su Ausencia / The Object and its Absence
Ana Blanco
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Las últimas cosas, ¿las que quedan y cuya existencia augura un final? Anuncio de un fin que nunca llega, pues no hay vacío absoluto, todo ocurre en una lenta y continua transformación.
O las últimas cosas, ¿las que precedieron ya su desaparición y entonces, la aparición de su signo? Aquellas que reconstruimos en la memoria para conformar una realidad.
En ambos casos, las últimas cosas denotan ya un desenlace, el ejercicio del tiempo que las transmuta. Nombrarlas como últimas es hacer referencia a su existencia previa y la futura, en la que serán solo recuerdos.
Las Últimas Cosas de Enrique Hernández trata del estado póstumo de los objetos, de cómo se construye la imagen y de su simulacro. Parte de una serie de escenarios donde la representación se ejerce en mayor o menor medida. Mientras algunos son claramente discernibles, otros se desdibujan, se fragmentan o simplemente se recodifican.
Concibe el desvanecimiento de los elementos culturales como una alegoría del fin de las utopías; monumentos cuyo final se avecina y que se devela en la corrupción de sus formas. Somos testigos de la demolición del fallido proyecto de la modernidad. El artista monta un escenario donde el vacío tiene forma. Asistimos a la aparente nada, con la esperanza de encontrar las respuestas.
Las imágenes de Hernández revelan su naturaleza en un evidente estado de desaparición, de deconstrucción. No son ya la referencia del mundo sino de sí mismas. Son, su propio simulacro. Así como en las piezas Farenheit 451 y Ensayo sobre la Ceguera: cancelando el código se anula su pertinencia, y no queda sino la imagen del objeto en sí, dispuesto a nuevas interpretaciones. La reflexión del artista parte de esta premisa, nos sitúa ante escenas inciertas, imágenes que se construyen-destruyen en igual sentido, haciendo énfasis en su subjetividad.
En los tiempos actuales, la predominancia de la imagen nos dispone a una exacerbación de los sentidos, y a un entumecimiento de nuestra capacidad de análisis, pues se trata de imágenes saturadas, donde el mensaje se da de manera inmediata. El artista nos insta a cuestionar, a indagar en las relaciones que establecemos con las imágenes. A ser conscientes del poder que ejercen sobre nosotros.
Es así que nos movemos por las piezas de Hernández con cautela. Sus formas nos son familiares, simulan a aquellas de la producción de imagen mediática, pero su discurso nos hace pensar que su función es distinta. Acercarnos a sus piezas a partir de lo incompleto, de lo desvanecido, del fuera de cuadro que intuimos. Ahí donde la no representación se ejerce. Buscamos entonces lo intangible, lo simulado, lo etéreo… esas son, tal vez, las últimas cosas.